En un contexto de rebelión democrática en los países árabes, las protestas pacíficas acaecidas en Siria en demanda de una mayor libertad han sido respondidas con brutalidad y violencia por el régimen, hecho que ha cambiado el enfoque de una rebelión popular que, como las ocurridas en Bahrein o Libia, poco tiene que ver con las que caracterizaron la denominada Primavera Árabe en Túnez o Egipto.

El Gobierno sirio de Bashar al Assad no parece dispuesto a escuchar las demandas de libertad de su pueblo. Pero los tiempos son otros, otra la comunidad internacional y otro, es deseable, el desenlace.

Cuando miles de ciudadanos sirios son detenidos, desaparecen o sufren la reacción violenta de los órganos represivos del régimen, desde Liberdom queremos reivindicar la legitimidad de la lucha por la libertad de la ciudadanía siria y analizar las razones que han llevado al país al actual deterioro de su situación económica y social.

Entre las 137 naciones consideradas en el Índice Liberdom, Siria se sitúa en el lugar 128. La debilidad de las instituciones sirias solo es superada por Venezuela o por países conocidos como estados fallidos: República del Congo, Guinea-Bissau, Angola, República Centroafricana, Chad, R.D. del Congo, Zimbabue y Myanmar. En este conjunto de países, sólo Siria, R.D. del Congo y Myanmar empeoraron sus instituciones.

La libertad económica en Siria es inferior al valor medio registrado en las economías más atrasadas del mundo; y no ha mejorado entre los años 1995 y 2010. Tampoco ha mejorado el país en términos de gobernabilidad y, por supuesto, no lo ha hecho en el ámbito de las libertades políticas y civiles, aspectos en los que presenta uno de los peores desempeños del mundo.

El desprecio del gobierno de Bashar al Assad por las instituciones democráticas y las libertades civiles y su mal desempeño en materia de regulación han conducido a Siria, inexorablemente, a la situación actual.

De poco valdrán los recursos derivados del petróleo o del gas a medio y largo plazo si el gobierno sirio no es capaz de iniciar un proceso democrático -sin retorno- y llevar a cabo una profunda reforma de la administración y el sector público con la vista puesta en la creación de un entorno más favorable y libre para a la actividad del sector privado. En ese proceso, es prioritaria la consolidación de instituciones como la libertad -en todas sus vertientes-, la gobernanza y la lucha decidida contra la corrupción.

Desafortunadamente, la violencia engendra violencia y Siria parece encaminarse hacia una guerra entre facciones como la acaecida en países como Irak o Líbano. Si no se alcanza pronto un acuerdo para iniciar el diálogo a nivel nacional -algo difícil de conseguir si continúa la represión brutal de las protestas- o el régimen no se desintegra rápidamente, el entorno institucional se desplomará aún más provocando un considerable coste económico y social para los ciudadanos sirios y un efecto dominó sobre los países de su entorno que conducirá a la región a una situación desastrosa para el desarrollo y la paz.

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